Anecdotario del Arquikecto (Parte 1)

“Como intentar ser arquitecto y no morir en el intento.”

Estimados seguidores, esto pretende ser un ejercicio de memoria, y tratar de excavar en lo más hondo de mi historia algunos de los pasajes que han formado la carrera que aún intento seguir.

 

Podría comenzar asegurándoles que siempre quise ser arquitecto, vivía fascinado con la idea de algún día construir una casa en el centro histórico o quizás hasta remodelar alguna iglesia, y si trató de imaginar la cara de extrañeza que alguno habrá puesto con esta aseveración, confesarles también que tengo libretas enteras a mis 6 ańos de unos seudo bocetos de casas que algún día iban a existir cuando aún creía que los balcones y la teja era lo mejor y más elegante creado jamás por el hombre, obviamente esta idea debe desaparecer inmediatamente uno entra a estudiar por los nuevos estereotipos de belleza europea, el “High-Tech” te enamora pensando que es lo mejor, lo más nuevo, lo que te puede hacer llegar lejos, si tan solo tuviéramos un profesor que en lugar de promover caprichos nos alimentaran de realidad, pero no al contrario, y para terminar con esto solo les contaré que algún día lleve una maqueta aplastada por una gorda que mi entonces profesora alabo por media hora, ya la contare en otra ocasión.

Y no es un enfoque fatalista, admito que me he divertido en lo que son casi 10 años de convivir con la arquitectura, aún recuerdo el 2o. Día de universidad, cuando apenas empiezas a ubicar las caras que verás por los próximos 5 años, y cuando tienes que, por obvias razones, establecer tu punto de vista y tu postura sobre muchas cosas y temas sobretodo para quedar bien con los profesores y más aún para impresionar a una que otra joven estudiante de arquitectura. En aquel entonces como recuerdo que estábamos en el 2 patio de la hacienda de Sta. Catarina dentro de la UDLA, que por muchos será recordado por las galletas de café y las empanadas que ahí vendían, y bueno si apenas entraste a estudiar ahí, olvídalo como muchas cosas buenas de la universidad han sido cambiadas por tiendas de marca. En fin, estábamos en esa clase con la Arq. Anne Kurjenoja (se que debe de haber un error ortográfico en el apellido) quiero pensar que era Taller I y ya habíamos hecho ese primer trabajo de tomar una pintura y convertirla en arquitectura, si suena interesante pero no fue así, era en esa época en que el cartón corrugado y batería junto el ilustración eran tus mejores amigos y todo tenía esa cualidad monocromática de los “beiges” en esa clase preguntó mi querida Anne – “que esperan aprender y lograr de estudiar aquí?” – por supuesto no falto el joven pedante que contestaba con la papa en la boca que continuaría con la compañía de su papa, los que escondían la mirada rogando al cielo no ser cuestionados, los que simplemente no estaban convencidos de querer estar ahí, y otros como yo, jóvenes, guapos y apasionados que sin ningún tipo de temor levanto la mano, y convencido que sería la respuesta que la maestra estaba buscando se escuchó decir

– “yo estoy aquí porque quiero inventar el Neo-barroco…”

Con todo respeto, Hazme el chingado favor!, porque nadie me detuvo de decir semejante estupidez, por supuesto que mi maestro me vio con una infinita ternura y no le cabía en la cabeza tanta inocencia.

Tiempo después en alguna de esas miles de copias que te dejan leer y que nunca más vuelves a ver, recuerdo haber leído que algún curioso ya había intentado inventar el Neo-Barroco en otra de mis terribles decepciones, al descubrir, que por lo menos en estos menesteres de la arquitectura, ya todo esta creado, dicho o enseñado, o existe alguien asegura di que fue el primero, pero bueno, lo anterior era para explicarles lo convencido y enamorado que estaba de mi carrera por más estúpido o equivocado que estuviera.

Más adelante les iré relatando historias como la primer llamada que hice para pedir trabajo y de como se burlaron de mi casi 6 meses y enterarme cuando salí de ahí, o del como después de casi 1 año de trabajar en un despacho tu jefe ignora que trabajas ahí, pasando por las tertulias para definir cual marca de cigarro es mejor, o porque tal o cual arquitecto es mejor que otro hablando de ellos como si fueran cercanos o conocidos tuyos.

En fin, sólo me resta asegurarles que en todos mis buenos y malos momentos en esa carrera no me he arrepentido un segundo de ser y estudiar esta carrera. Bueno nunca es tarde.

 

Anecdotario del Arquikecto

 

 

 

 

 

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